Hoy me gustaria compartir con todos vosotros unas miradas de mi pueblo,un pequeño lugar de Aragón,situado en las faldas del majestuoso Moncayo,el lugar de los veranos de mi niñez y de la niñez de mis hijas.
Hola amigos ya de vuelta por esta alacena después de un merecido descanso, lo peor de todo y como sucede siempre es la vuelta a la rutina y que mejor manera de hacerle frente que con buena música.
Espero que os guste. Ah por cierto, os he echado de menos y estoy contenta de estar de vuelta Besicos,Merce
"..Que me tenga cuidado el amor,que le puedo cantar su canción..."
Una de mis favoritas,esta canción pertenece a mi alacena de recuerdos.
OLEO DE MUJER CON SOMBRERO
Una mujer se ha perdido conocer el delirio y el polvo, se ha perdido esta bella locura, su breve cintura debajo de mí. Se ha perdido mi forma de amar, se ha perdido mi huella en su mar.
Veo una luz que vacila y promete dejarnos a oscuras. Veo un perro ladrando a la luna con otra figura que recuerda a mí. Veo más: veo que no me halló. Veo más: veo que se perdió.
Una mujer innombrable huye como una gaviota y yo rápido seco mis botas, blasfemo una nota y apago el reloj. Que me tenga cuidado el amor, que le puedo cantar su canción.
La cobardía es asunto de los hombres, no de los amantes. Los amores cobardes no llegan a amores, ni a historias, se quedan allí. Ni el recuerdo los puede salvar, ni el mejor orador conjugar.
Una mujer con sombrero, como un cuadro del viejo Chagall, corrompiéndose al centro del miedo y yo, que no soy bueno, me puse a llorar. Pero entonces lloraba por mí, y ahora lloro por verla morir.
La otra tarde mientras despedía en la estación a mi madre y mi peduga mayor, me vino a la memoria recuerdos de mi niñez, cuando era mi madre la que nos despedía a mi abuela y a mí.
Por un momento me vi reflejada en ella y pensé en esos veranos que pase junto a mi abuela y que por nada del mundo cambiaria.
Ahora es mi hija la que se va con su abuela, en busca de esos recuerdos que algún día, también ella recordara con tanto cariño como el que yo guardo en mi alacena.
Solo que ahora y tras el discurrir de los años, la que estaba ayer en el andén, era yo.